Deja un momento de lado tu costumbre de no contestar preguntas hipotéticas y dime qué habría pasado si ese día nos hubiéramos conocido.
Si yo hubiera llegado a tiempo a tomar ese autobús.
Tal vez habríamos coincidido.
Yo le habría mentido al gordo que pasó primero por el pasillo, –¿está ocupado, señor?- aunque no esperara a nadie.
Vos habrías subido con aire ausente; me habrías tomado por un tecnócrata aburrido que se dormiría a mitad del camino y te habrías sentado a mi lado.
Yo me habría fijado en tu vestido de flores y en tus pies diminutos.
Vos habrías levantado la mano para acomodar tu pelo zanahoria; yo te habría preguntado si te molestaba la ventana abierta, vos lo habrías negado con un gesto, y habrías desabrochado un poco el botón de tu sonrisa.
Los dos nos habríamos dicho un par de cosas más, talvez intrascendentes, y nos habríamos callado con un silencio tramposo el resto del viaje.
Yo te habría esperado al bajar del bus, vos me habrías preguntado
-al borde del adiós- ¿un café?
Yo me habría olvidado de la oficina; vos habrías pospuesto varias horas
tu viaje de regreso y tu novio.
Habríamos hablado de poetas y de música, habríamos elogiado a Silvio y Aznavour, y habríamos quedado en llamarnos. Algún día.
Porque habríamos descubierto que algo... que algo nos temblaba en los ojos.